La manifestación celebrada el sábado en Bilbao por la independencia y la amnistía para los terroristas presos pone en evidencia varias cuestiones determinantes en el proceso de secesión, que no de paz, vigente en el País Vasco.
1º. Ese proceso lo dirige ETA, que es la que marca los tiempos y las estrategias en función del análisis aterradoramente certero que hace la banda de la situación política y las debilidades de su enemiga: España.
2º. ETA presenta una estructura compleja, con múltiples tentáculos, distintas caras y un único mando (que durante varios lustros no estuvo precisamente en la clandestinidad sino amparado por el Estado de Derecho, como en buena medida sucede ahora) determinado a emplear cualquier medio, incluidos los más sanguinarios, con tal de conseguir el poder en la «Euskal Herría» soberana a la que aspira.
3º. Dentro de ese entramado criminal cada cual desempeña un papel perfectamente definido por la dirección, sin más fricciones que las propias de cualquier organización integrada por un elevado número de personas. Los pistoleros no son más etarras que los parlamentarios, concejales, abogados, financieros o propagandistas al servicio de la causa. Se limitan a cumplir una función concreta, más o menos prioritaria para la consecución de los propósitos de la banda dependiendo de la coyuntura.
4 º . Los atentados terroristas perpetrados por ETA nunca han sido un fin en sí mismos. Los asesinos del hacha y la serpiente no son sádicos que disfrutan matando sino sicarios de un movimiento separatista que no hace ascos a derramar sangre inocente si con ello avanza en la construcción de su mítica Arcadia euskaldún.
5º. Yerran por tanto estrepitosamente quienes creen que la interrupción de las acciones armadas, o incluso su terminación definitiva, equivale al fin de ETA. La banda sigue existiendo, acumula más poder territorial del que nunca tuvo, mantiene intacto en la recámara el cartucho del tiro en la nuca, por si volviera a resultar necesario, y utiliza en su beneficio todas las garantías que ofrece nuestra democracia en el empeño de destruirla para hacer posible su propósito.
6º. El Partido Nacionalista Vasco comparte abiertamente los fines secesionistas de ETA y nunca ha rechazado una nuez del árbol que agitaba la banda. Nunca se ha puesto del lado de las víctimas. Recoger sin la menor repugnancia esa cosecha sangrienta y acudir, como hicieron el sábado, al rescate de los «agitadores» no hace sino legitimar políticamente cada uno de los asesinatos perpetrados por su «vanguardia armada». Confirmar que han sido útiles para avanzar hacia la independencia.
7 º . Tras una breve etapa de disimulo, el PNV vuelve por los fueros del Pacto de Estella en un intento desesperado de mantener el liderazgo del proceso (de secesión, no de paz) y no verse superado por ETA/Sortu. La Historia nos enseña que la versión más “auténtica” del separatismo acabará prevaleciendo sobre su réplica camuflada, por más que ésta se empeñe en darle palmadas en la espalda a aquélla.
8º. Ante esta situación, la respuesta de los partidos llamados a vertebrar España, PP y PSOE, menguantes en el País Vasco, consiste en emular a Chamberlain en la política de apaciguamiento que llevó al encumbramiento de Hitler y a la II Guerra Mundial. Con matices, pero sin diferencias de fondo en la práctica.
Conclusión: El éxito de esa marcha proetarra es sólo el reflejo de nuestra estulticia ciega. No ganan; perdemos.