Agustín de Foxá
Agustín de Foxá nació en Madrid el 28 de febrero de 1906. Estudió el bachillerato en el colegio del Pilar y la carrera de Derecho en la Universidad Central. A los 24 años ingresó en la carrera diplomática. Sus primeros destinos fueron Bucarest y Sofía, ciudad en la que le sorprendió la proclamación de la Segunda República española.
Foxá regresó a Madrid en abril de 1932 y se unió a un grupo de escritores noveles que leían poemas en los parques y cementerios románticos.
Conoció a José Antonio, por el que desde el primer momento sintió una admiración juvenil que le llevó a asistir a las tertulias falangistas de La Ballena Alegre e incluso a participar en la composición del “Cara al sol”.
El 18 de julio de 1936 Foxá estaba en Madrid en espera de incorporarse a un nuevo destino, Bombay. Pocos días después unos milicianos entraron en su casa con intención de detenerle, milagrosamente le dejaron libre. A partir de ese momento, y durante los tres meses siguientes, se vio obligado a cambiar constantemente de domicilio.
Foxá no pidió la baja en la carrera diplomática. Al contrario, aprovechó su condición para esconderse en el edificio del Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Estado, hasta que consiguió que le destinaran a Bucarest. En la capital rumana mantuvo un doble juego: como diplomático enviado por el gobierno republicano y, al tiempo, manteniendo contacto con los sublevados. Un doble juego que en diciembre de 1936 fue descubierto por el gobierno de la República, que le apartó de los servicios del Ministerio. Entonces se dirigió a San Sebastián para ponerse al servicio del régimen que iban construyendo los sublevados. Le destinaron a Salamanca, donde aprovechó su tiempo libre para escribir Madrid de Corte a checa.
Después de la guerra tuvo varios destinos: Roma, Helsinki, Buenos Aires y, por último, Manila, de donde volvió a Madrid para morir el 30 de julio de 1959.
En 1955 fue elegido miembro de la Real Academia Española. No llegó a leer su discurso de ingreso.
Fechada en Salamanca en septiembre de 1937, Madrid de Corte a checa fue publicada en San Sebastián en 1938, en plena guerra civil. En este libro Foxá relató en forma novelada los convulsos acontecimientos que se estaban viviendo en España desde los últimos días de la Dictadura de Primo de Rivera.
La novela consta de tres partes correspondientes a tres momentos históricos de los que el autor fue testigo: el fin de la Monarquía, la Segunda República y la vida en el Madrid rojo durante la guerra civil.
En la primera parte, Flores de Lis, Foxá introduce a los que serán sus personajes principales, unos de ficción, como el protagonista José Félix Carrillo y gran parte de sus amigos, y otros históricos, en su mayoría intelectuales y políticos que tuvieron relevancia en los sucesos de aquellos años.
José Félix es “un muchacho de 22 años, alto, romántico y generoso que se avergonzaba de su corazón”. De él dice su creador que “era republicano por elegancia intelectual del momento, pero los Ramiros y Berengueres de su árbol genealógico le pesaban en la sangre”.
El lector imagina fácilmente a un estudiante de familia bien, que se revolvía contra el mundo privilegiado de su infancia, de sus padres y de sus maestros. Uno de esos personajes que empiezan las revoluciones para acabar siendo víctimas de ellas, como se va a comprobar a lo largo de la novela. De hecho, lo primero que sabemos de él es que fue detenido por participar en las revueltas universitarias contra la Monarquía y a favor de la República.
Foxá describe la vida social de un Madrid en el que intelectuales y políticos republicanos conspiran para echar a un Rey que ya presiente el fin de su reinado: “Y el Rey miró con tristeza su capital hostil. Sabía que allí lejos, en cafés, bares, ateneos y tertulias se conspiraba contra él. Pero no imaginaba que, allí mismo, entre sus amigos, algunos simpatizaban ya con la revolución”.
El 11 de abril de 1931, el electorado de casi todas las capitales de provincia vota a favor de la República.
Al día siguiente, sin esperar al recuento final, la Monarquía está sentenciada. “Qué quieren ustedes. Un pueblo que se acuesta monárquico y se levanta republicano”,contestaba el Almirante Aznar, presidente del Gobierno, a los periodistas que le acosaban.
Por su parte, “Don Niceto le había dado a Romanones un plazo perentorio. (…) Antes de la caída del sol, el Rey tiene que abandonar su capital”
La segunda parte de la novela, El himno de riego, comienza con la quema de conventos. Sólo había pasado un mes de las elecciones y ante la inacción de los guardias, en la noche del 11 al 12 de mayo, se queman en Madrid varias iglesias. Entre ellas,el convento de los jesuitas, y el centro de estudios de Areneros.
Cuenta Foxá que don Niceto, mientras contemplaba las hogueras desde Palacio, le dijo a Maura: “don Miguel, esto se ha podido evitar”. Y que, al escucharle, Álvaro de Albornoz, que era ministro de Fomento, interviene: “Más vale la vida de un republicano que todos los conventos de España”.
Foxá utiliza a José Félix y su historia amorosa (la chica de la que está enamorado, Pilar, se ha casado con otro) para mostrarnos las iniciativas políticas del nuevo gobierno republicano: ley del divorcio, estatuto de Cataluña, expulsión de los jesuitas, cierre de colegios religiosos…Todo ello encaminado a crear una nueva sociedad, es decir, a destruir la vieja cultura, las viejas costumbres, la vieja moral, en definitiva, la vieja España, demasiado cristiana y reaccionaria. “Era el tiempo de la revancha”.
En 1933, cae el gobierno de Azaña y se celebran nuevas elecciones en las que el triunfo de la derecha hace creer a los monárquicos que la pesadilla ha terminado. “Muchos creían que se había cerrado el ciclo de la revolución: que España volvería al año 28, que no había pasado nada”, escribe Foxá. En octubre de 1934 estalla la revolución en Asturias.
En febrero de 1936, Madrid se prepara para las nuevas elecciones.
“Aún reía la ciudad confiada. Mientras tanto por la oscuridad de los campos los trenes conducían hombres rubios, redactores de Izvestia y de Pravda (…) Y se movían las logias. Y entraba el marxismo hasta la aldea más abandonada”.
En la noche del 12 al 13 de julioCalvo Sotelo es asesinado.
La tercera y última parte de la novela, La hoz y el martillo, comienza con la llegada a Madrid de la noticia de la sublevación del ejército de África.
Foxá cuenta cómo Azaña intentó un pacto con los sublevados al que Largo Caballero se opuso radicalmente: “Debemos resistir. Contamos con la ayuda de Francia. Es preciso armar al pueblo”.
Al ver que un acuerdo era imposible, “el boticario Giral fue nombrado presidente. Estaba lívido, sentado en el sillón. Y dio la orden terrible: Que se arme al pueblo.”
A partir de ese momento la revolución se apoderó de Madrid. Paseos, checas, crímenes, torturas. “Morían más de 300 diarios”.
“El crimen estaba perfectamente organizado. Por primera vez en la historia, todo el mecanismo burocrático de un Estado era cómplice de los asesinatos”.
“Algo satánico animaba a aquellos hombres. (…) No eran ateos sino herejes. No ignoraban a Dios, sino lo odiaban”
“No se trataba únicamente de una lucha de ideas. Eran el crimen, el odio y el instinto sexual, andando por la calle”
José Félix, que había conocido a José Antonio y que como el propio Foxá, había participado en reuniones y mítines falangistas, sufre un registro en su propia casa. Es detenido y puesto en libertad. No sabe dónde esconderse. Decide escapar del Madrid rojo y unirse a los sublevados.
El viaje era largo: Valencia, Barcelona, Port-Bou, Narbona, Irún, San Sebastián, Burgos, Salamanca, Toledo y las puertas de Madrid.
“Estaba a diez minutos de tranvía de la puerta del Sol; allí, al alcance de la mano, contemplaba a la ciudad más lejana del mundo”.
Así pone fin Foxá a su novela. Dos mundos violentamente enfrentados a sólo diez minutos de distancia. Era septiembre de 1937. La guerra aun duraría mucho tiempo.
La Ley de Memoria Democrática que el actual Gobierno tiene previsto aprobar antes de seis meses obligará a incluir en los currículos de secundaria y bachillerato el estudio de la guerra civil española desde una perspectiva, que el gobierno de Sánchez y sus socios comunistas llaman “democrática”. La novela histórica de Foxá, además de ser una buena novela en el aspecto literario, cuenta, de forma bastante objetiva, lo ocurrido en los años que precedieron a la guerra civil, cuyo conocimiento es indispensable para comprender la barbarie que se desató en el Madrid revolucionario.