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En el pasado mes de febrero, la Fundación Villacisneros organizó un primer Foro de Educación en el que los asistentes explicaron cómo las disposiciones de la nueva ley socialista de Educación, la LOMLOE, suponen un grave ataque al derecho constitucional de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos. 

En este segundo Foro, el debate se ha centrado en el currículo de la Ley y en la influencia de la ideología de un gobierno en las áreas del conocimiento.

Las nuevas enseñanzas empezarán a impartirse en el curso 2022-23. Para ello es preciso que el Ministerio de Educación publique el Real Decreto de Enseñanzas Mínimas que deberá ser completado por las Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas. 

El Ministerio ha dicho estar trabajando en un currículo “acorde con la adquisición de competencias”, pues, según la Ministra de Educación:

«Una certeza probablemente compartida por todos es que ya no es suficiente el aprendizaje memorístico y acumulativo, por eso, apostamos por una propuesta competencial, que contempla ámbitos curriculares en los que se trabajan de forma interdisciplinar aprendizajes de varias materias”.

Dos son las cuestiones fundamentales sobre las que se ha centrado el debate de este foro: el adoctrinamiento a través de las materias de estudio, es decir, la utilización del currículo para inculcar en la sociedad unos valores morales y políticos de carácter sectario; y el desprecio por la transmisión de conocimientos a favor de las “competencias”, que se adivina a lo largo del texto de la nueva Ley y en muchas de las declaraciones de diversos miembros del Gobierno.

 

Ideologización de las enseñanzas

En 1988, veinte años después de las revueltas de Mayo del 68, el filósofo francés Jean-François Revel (1924-2006) publicó “El conocimiento inútil”, un libro en el que el autor reflexionaba sobre la influencia que los intelectuales y los medios de comunicación habían tenido, y tenían, en la formación y manipulación del pensamiento de una gran mayoría de la sociedad. Es decir, en la construcción de lo que Gramsci llamó “hegemonía cultural” y que para Pablo Iglesias es el “sentido común”.

Entre los intelectuales Revel incluía a los profesores por su importante papel en la transmisión de conocimientos y valores de una sociedad. A ellos dedicaba un capítulo de su libro titulado “La traición de los profes”:

“El profesor puede enseñar o adoctrinar. Cuando la enseñanza prima sobre el adoctrinamiento, la educación cumple su función principal, en el interés de los que la reciben y en el interés de la democracia bien entendida. En cambio, cuando es el adoctrinamiento el que se impone, se convierte en nefasta, abusa de la infancia y sustituye la cultura por la impostura”.

“Afortunadamente, ciertos conocimientos elementales, ciertas ciencias fundamentales, ciertas técnicas pueden enseñarse en su autenticidad sin molestar a la ideología y sin ser molestadas por ella. (…) No obstante, en el curso de ciertos períodos, la ideología devora todas las disciplinas y todas las prácticas; sale de su cauce natural para invadir áreas habitualmente reservadas al saber y al aprendizaje puros

Estas palabras de Revel han marcado el inicio del debate: ¿Estamos ante uno de esos periodos en los que la ideología invade las áreas del saber?

Jon Juaristi señaló que las asignaturas de letras siempre han sido más proclives a ser infiltradas por la ideología que las de ciencias. Reconoció que después de mayo del 68, en la literatura esa infiltración se había hecho más descarada. Añadió que un profesor que quiera mantenerse aséptico debería recurrir a los textos y provocar que los alumnos argumenten y discutan sobre ellos.

Alberto Royo aseguró que, en el día a día de su trabajo, no percibe ese adoctrinamiento; que, en su opinión, el mal de la enseñanza es la invasión de un “pedagogismo” dogmático que reniega del esfuerzo y del mérito y que no tiene que ver con una ideología política determinada.

Quintana Paz, por su parte, señaló que cualquier adoctrinamiento es esperable, dado el carácter sectario de los elaboradores de una Ley que dedica su preámbulo a desautorizar moralmente las leyes elaboradas por los gobiernos anteriores, cuando estos han sido de derechas.

En respuesta a Alberto Royo, Quintana dijo comprender que muchos profesores no perciban la presión política existente, pues el adoctrinamiento es ahora muy sutil, casi imperceptible. Y puso como ejemplo la queja de un alumno al que se le había bajado la nota en un trabajo por no emplear el lenguaje inclusivo.

Este profesor de Ética y Filosofía Social confesó que ha llegado a plantearse tachar la palabra “Ética” de su especialización dada la confusión que produce ser profesor de Ética y ser conservador. Y es que, explicó, para el imaginario colectivo, la ética es la moral progre.

Sobre las competencias y los contenidos. El “saber” y “el saber hacer”

Sobre las “competencias”, piedra angular de los nuevos currículos, ninguno de los asistentes puso en duda su importancia. Sin embargo, se mostraron sorprendidos por el hecho de que alguien piense que se puede “saber hacer algo” sin saber nada, ya que es evidente que, para aplicar unos conocimientos, hay que adquirir previamente esos conocimientos.

Sobre este punto, Juaristi señaló que, en contra de ciertas teorías, la competencia lingüística no es innata; hay que adquirirla y cultivarla. Sugirió recuperar la tradicional transmisión oral del conocimiento, la discusión racional y la argumentación.

Si hoy en día el acceso a la información permite al pedagogo moderno negar la utilidad del aprendizaje memorístico, habría que recordarle que precisamente esa abundancia de información hace que enseñar a buscar se haya convertido en una ineludible tarea del profesor. Aprender a buscar, insistió Juaristi, es clave en la era de la digitalización.

Alberto Royo mostró su sorpresa por las declaraciones de la Ministra de Educación. Si alguien cree que hoy en día en los Institutos se imparte una enseñanza demasiado enciclopédica y se abusa de la memorización, es que no tiene ni idea de lo que es un Instituto de Educación Secundaria. Un alumno, al terminar la Educación Secundaria Obligatoria debería ser capaz de leer música, tocar algún instrumento y escuchar música clásica. Y para lograrlo, el profesor ha de ser exigente, acercar al alumno a lo que le es desconocido y a lo que le supone esfuerzo.

Con esto se puso fin al debate sobre un currículo del que, a falta de que sea publicado el Real Decreto de Enseñanzas Mínimas, sólo se conoce lo que el Ministerio de Educación ha querido adelantar a los medios de comunicación.

 

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