Reproducimos a continuación la crónica publicada por J.M. Novoa en su blog http://www.losmadriles.es/2015/02/disparos-en-el-alma-y-la-memoria-los.html en el que desglosa con enorme sensibilidad la presentación del libro “Agujeros del Sistema”, escrito por el periodista Juan F. Calderín, promovido por COVITE (Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco) y apoyado por la Fundación Villacisneros.
El libro expone algunos de los más de 300 casos de asesinatos cometidos por la banda terrorista ETA y que por negligencias, mala praxis, errores o decisiones que van más allá del ámbito judicial no han sido resueltos y en muchos casos han quedado impunes.
La presentación del libro tuvo lugar el jueves 19 de febrero en el pabellón de Casa de Vacas del Retiro de Madrid.
“Ayer le contaba a mis alumnos que iba a venir a la presentación de tu libro, les explicaba de qué iba, y me quede con la preocupación de que algunos están ya… como en otra generación, como en otro mundo. Son alumnos de 15 años y mañana tengo clase de ética con ellos y me preguntaba ¿Cómo les podemos seguir sensibilizando para que sigan ayudándonos a que esto, no sólo no se olvide, sino que se termine de verdad de solucionar?”
El profesor de Filosofía da en la clave del tema. Deja su micrófono y cruzo la mirada con mi amiga Paloma confirmando que ése es el problema. Que lo que acabamos de escuchar en esta última hora no es que no vaya a tener incidencia alguna sino, lo más grave, que las nuevas generaciones pasan del tema. Ese es el auténtico fracaso social que firma el acta de defunción oficial de una sociedad zombi.
Contrasta esta pregunta final con el inicio de esta velada. Estamos en corazón verde de Madrid, Retiro en puesta de sol, donde Consuelo Ordóñez, desde su expresionista energía rubia comenzaba así: “este libro que presentamos hoy redefine el concepto de la lucha policial contra el terrorismo y lo que se va a contar hoy aquí puede tambalear cimientos del estado de derecho y la administración de justicia”.
A su izquierda la observan atentamente Ana María Vidal-Abarca, el autor del documento Juanfer F. Calderín y Mayte Pagazaurtundua a la izquierda de la mesa.
Consuelo habla desde el escenario de la Casa de Vacas en Madrid. El aula está llena, las primeras filas reservadas, gente de pie en los laterales, y coquetos palcos que observa atentos. Tras los aplausos la luz se modula y nos trasladamos al mes de julio del año 79: dos coches salen de San Sebastián hacia Madrid con una matanza en mente preparada un mes antes en el paraíso etarra de Hendaya. A las dos de la madrugada, los vehículos estacionan en la Plaza Castilla y preparan las bombas en uno de ellos, un Ford Fiesta. Una vez acabado, la pareja espera hasta las 5.30 para bajar a Atocha donde, en la consigna de equipajes depositan la primera bomba. Desde ahí, rumbo a Chamartín repitiendo la operación, para finalizar, una hora más tarde, en Barajas con una última bolsa que se cede con mano gélida a un operario del aeropuerto para que la coloque él mismo. Allí desde una cabina, la etarra Izaskun Irazola llama desde una cabina al jefe, José María Alkorta Oyarbide que, desde Francia escucha satisfecho la frase esperada: “iremos 13 a comer a tu casa”. Exacto, 13. El reloj da la una y comienza una matanza ordenada desde Barajas – a las 13:01 – en la estación de Chamartín – a las 13:11 – y finalmente en Atocha a las 13:15 horas.
“El resto es fuego, sangre y sufrimiento” finaliza Ordóñez la narración.
Narración que ha leído, detallada como un guion sangriento por el mejor Truman Capote desde el documento que, en Octubre de ese mismo año 79, atestigua la versión de la terrorista Irazola tras ser detenida por la Guardia Civil. De esta historia no se ha sabido nada más, hasta ahora, ni nadie ha sido procesado.
Hay un carraspeo de indignación en el auditorio tras la escucha de la historia.
Este libro denuncia el fallo del sistema judicial pero para María no son los únicos culpables: “los políticos en este país nos han fallado, aparcando el pacto por las libertades y la ley de partidos permitiendo que los herederos de ETA estén en las instituciones”.Se abre un breve silencio que pesa entre fantasmas de 11M, y demás imágenes que vuelven una y otra vez a la memoria, para dejar paso a los aplausos que reciben a María San Gil, siempre sonriente, chispa rebelde, que ocupa el lugar de Ordóñez para denunciar las consecuencias de todo esto “Vengo de San Sebastián y testifico que el proyecto político de ETA está más vivo que nunca. Las instituciones son ocupadas por gente que obtiene tratamiento de “demócratas de pleno derecho” por el resto de grupos políticos y no se preocupan de las victimas pero si de los presos y sus condiciones de vida sin que haya arrepentimiento o colaboración.”
San Gil siempre va al grano, es una mujer expeditiva que sintetiza la verdad claramente sin retórica. Se la quiere donde va, mira limpio y me alegro volver a saludarla al final, entre firmas de su libro que mi amiga le ha traído.
Volvemos a la mesa. Mayte Pagazaurtundua, con su voz clara de orfeón, nos recuerda el origen de este texto recordando el fundante “Vidas rotas” precursor del trabajo al descubrir más de 300 casos en que el autor material no ha sido condenado. Hasta que “un grupo de mujeres nos presentamos a la audiencia nacional, ingenuamente como siempre, para escuchar a su presidente decir que era absolutamente imposible que eso fuera así”. Ingenuas pero tenaces lograron su recompensa a partir de individuos más allá del sistema como es el caso del Fiscal Zaragoza con el que se reunieron para luchar y conseguir salvar “un puñado de casos”, haciendo así una “cadena de compromisos”.
Mayte entona la voz con la suavidad de los coros del norte para afirmar preguntando: “¿cómo es posible que todo eso haya pasado inadvertido? ¿cómo es posible tanta carga de impunidad? ¿Por qué hay tantos profesionales de la justicia programando seminarios y eventos sobre justicia transicional, restaurativa… y demás sucedáneos cuando hay tanto que hacer aquí para restaurar la verdad histórica comenzando por reclamar a Venezuela decenas de etarras en ese santuario de terroristas llamado democracia bolivariana como se definen los herederos políticos de ETA? “.
Ana María Vidal-Abarca asiente, referente del colectivo de víctimas, la primera, la pionera. “Sé muy bien de lo que hablo, los que asesinaron a mi marido se beneficiaron de la amnistía de 1977 y no fueron ni siquiera procesados, hasta un parque de Hernani llevó durante mucho tiempo el nombre de uno de los asesinos”
No es cuestión solo de negligencias judiciales, claro. Ana María nos retrae a las fases de esta oscura historia, cuando la política se va oscureciendo mientras inaugura un régimen, en aquella negociación primera de la disolución de los “polimilis” junto a todos los Santo Domingos, Argeles… en fin, las sucesivas negociaciones ocultas que cruzan la historia de una democracia amnistiada, o anestesiada.
Finaliza el autor, explicando el método de cruce de datos mudos desde la extrañeza primera de los escandalosos más de 300 casos sin resolver. “Este trabajo ha sido impulsado por las víctimas, no por ninguna iniciativa pública”. En la oscuridad de sumarios y hemerotecas comienzan a aparecer rostros pidiendo justicia y haciendo preguntas: “se han cerrado investigaciones en 24h, ha habido informes de balística que tardan 20 años en llegar a la Audiencia Nacional, juzgados provinciales que han gestionado expedientes terroristas casos cuando, por ley, no tenían ninguna competencia, etarras que confesaron sus crímenes con todo lujo de detalles y sin saber cómo, esas declaraciones no se incluyeron en el sumario y están libres…”
Los casos son infinitos, pero al final todo son nombres: Antonio y Hortensia a punto de casarse, noche de reyes en discoteca, amor de ilusión, besos y planes son acribillados su coche en un semáforo por más de 10 impactos de odio que dejan a Antonio sobre un claxon que suena a réquiem durante media hora sin que nadie quiera oírlo. Esa pistola “firebird” apareció en Madrid dos años más tarde, en la Calle de la Madera, pero nadie del sanguinario Comando Madrid fue imputado tampoco.
Se podía seguir en esta sobredosis de indignidad. Se hacen preguntas de un público acostumbrado a reconocerse en estos lugares, último residuo de lo que queda de España. Me quedo mirando al profesor de ética, trinchera cercana a la siguiente generación, que tiene que salir de aquí y llegar mañana a las 10 para hablar con adolescentes “que están en otro mundo” de esto. Salimos a la calle y el mundo sigue agonizando sin saberlo. No ha pasado nada, paseamos fumando en clave de luto, compartiendo pensamientos y dolor en un Retiro fresco y solitario.